Ana Hernández Berrio

País: Colombia
Poesía: Poesía al Amor
IG:@annehdzb



Poesía al Amor


Pasan los meses y no te veo
pasan los años y no me acuerdo
si te olvido no es por mi
es por el tiempo y el anhelo.


Si pudiera decir esto
no callaría en el intento
pero cuando estoy a punto
de hacerlo me da miedo.


Ya me siento tan bien
que estés al tanto de lo que siento
me libero no te lo niego
hace tiempo quería hacerlo.


Uní el amor y la amistad
no fue fácil haber perdido
después de haber llorado
desperté, descubrí ya paso.


Si amigo ya te olvidé
los meses me sirvieron
para luchar por el amor
que te tenia y ahora se fue.


Mi corazón se recupero
es fuerte y resiste
ya me siento tan feliz
con alguien que conocí.


En qué momento paso?
ni siquiera ya lo se
nunca pensé en llegar a esto
estaba contra la espada y la pared.


Cuando supe la respuesta
mi esperanza se desvaneció
mi corazón se partió en dos
y la melancolía me atrapo.


Al poco tiempo llegue a sentir
estaba punto de decirte
pero vi las cosas que perdí
cuando la primera vez me atreví.


Cada vez que te veía llegar
mi corazón latía sin parar
supe que me volvía entusiasmar
las cosas no salieron como tenía que pasar.


No necesito tu compañía solo tu presencia
descubrí tu lejanía y ausencia
no necesito tu tiempo sino vivir momentos
tus hechos se las llevo el invierno.


No te necesito que creas lo que te dijeron
podría ser una mentira o la realidad
no necesito tu atención tampoco la sinceridad
la verdad ya no estaré hay más.


No necesito tu afecto menos tu cariño
para sentirme como me siento
no necesito un lugar en tu vida
porque sin ti puedo ser feliz.


No necesito ser quien quieres ver
mis imperfecciones me hacen ser lo que ves
no necesito buscarte ya para qué?
me demostraste lo que no quería ver.


Duele es el tiempo que malgaste
demostraste mi gran interés
fue mi culpa al final
el pensar que te sintieras igual.


Con el tiempo ya no te pienso
me acostumbre a no buscarte
ni verte y menos extrañarte.


Soy quien no quiso entender
tu desprecio a mi querer
acepto la idea de obedecer
a sacarte de mí ser.



País: Perú
Cuento: Alumna Repitente 



Alumna repitente

El salón era amplio. Las carpetas conservaban el olor a pintura fresca. Capa sobre capa de esmalte cubría la madera. Lo sé porque iba rascando la superficie mientras masticaba un chicle.  Vi a los demás nerviosos por ser el primer día de clases. Se miraban de reojo. Uno leía el silabus del curso mientras otro, con chaqueta de cuero, ensayaba una tonada con sus dedos sobre el pupitre imitando a las baquetas de una batería. Había pocos lugares vacíos y en la entrada el listado pegado en la puerta anunciaba que éramos veintiséis los estudiantes. Estaríamos ahí unos veinte.

Faltaban pocos minutos para que dieran las 8:00 a.m. y el profesor aún no se asomaba. Suspiré hondo queriendo que mi martirio terminase de una vez. Era repitente del curso y no me venía bien estar ahí, sin embargo, había prometido que pase lo que pase terminaría la carrera. Iba a ser una larga temporada resistiendo estar en este lugar.

Mis compañeros ya se impacientaban al transcurrir el tiempo. 8:05 a.m. No es usual que los catedráticos demoren en llegar. Yo me miraba las uñas y con sigilo me sacaba la suciedad con los dientes cuando confirmaba que nadie me estaba viendo.

Uno de esos jóvenes que creen tener liderazgo natural salió al frente y se presentó. Animó al resto a hacerlo y nadie le hizo caso. No sé si lo hice por aburrimiento o porque me pareció una buena idea: me paré y desde mi pupitre dije mi nombre completo. María Choquehuanca “para servirle a usted” continué con tono irónico parafraseando palabras de una novela mexicana. Nadie rio, ni tan siquiera sonrieron. Me senté en tanto el profesor hacía su ingreso al salón. El remedo de líder fue para su asiento. De inmediato lo reconocí. No me había preocupado en averiguar quién daría cátedra de ese curso. Bajé la mirada recordando el ciclo pasado. Los exámenes finales perdidos y el dolor físico que no mejoraba y que me llevó a estar días hospitalizada. Me hice chiquita, pequeña. Diminuta.

Él se presentó y por ratos posaba su mirada en mí. Yo desviaba la mía hacia mis compañeros.  En eso el “líder” se percató de la tensión que había entre el maestro y yo.  A pocos minutos de terminar la clase, se ingenió una pregunta atrevida que tenía como ejemplo el acoso de los profesores hacía sus alumnas. A lo que el maestro, suelto de huesos y con las cejas apretadas en afán de aparentar preocupación por el tema, dio un pequeño discurso de ética, luego enfatizó que las mujeres deberían preocuparse más por no mantener relaciones que podrían llevarlas a embarazos no deseados que en la inocente mirada de un catedrático. Un leve rumor se apropió del salón y el catedrático se despidió no sin antes recordarnos que debíamos leer una separata para la próxima clase.

Yo estaba colorada y con los ojos aguados. El líder, maldito empático, se me acercó. Supongo porque sabe leer muy bien los gestos de la gente o porque entendió la indirecta muy directa del maestro. Estuvo parado unos segundos a mi lado y no me dijo nada. Sacó papel higiénico de su bolsillo y me lo alcanzó. Lo ignoré. Me sequé, con la mano, la única lágrima que logró salir. Sonreí mirando la nada. Serían años de estudio soportando el estigma de lo que hice para seguir ahí. El frustrado padre del hijo que nunca nació estudiaba en el mismo lugar, solo unos salones más allá. Mientras caminaba por el pasillo escuché su voz altanera y alegre que expresaba plenitud. Él había aprobado el curso que ahora yo estaba repitiendo. Tal vez en estos días lo encontraré abrazado de su nueva conquista paseando por facultad.


Mirza Patricia Mendoza Cerna
Nacida en Lima el año 1985.
Cuentista, su libro:Tenebrismo
Participa en las antologías de cuentos:
Tenebra: Muestra de cuentos peruanos de terror
Presbítero. Eternos Residentes
Sombras fúnebres
Constelación






TERAZOOM CULTURA  




Comentarios

Publicar un comentario

Solo compartiendo el conocimiento seremos grandes

Entradas populares de este blog

TeraZoom WebClass

YamahaFzr 1000 / La Leyenda

ESCALAS EN GUITARRA